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LA VIOLECIA
La palabra “violencia” es utilizada con mucha frecuencia por los miembros de la sociedad guatemalteca, demasiado incluso. Pertenece al vocabulario cotidiano de todos y todas nosotras y así, la utilizo yo misma periódicamente, sin detenerme por un momento siquiera para reflexionar acerca de su significado y su complejidad. Por lo menos así era hasta ahora.
Aclaro que no estoy juzgando a las personas que cometen el mismo error, incluso considero que es totalmente comprensible: vivimos en un país sumergido profundamente en las aguas negras de una cultura de violencia, estamos a punto de ahogarnos y no hayamos la manera de salir a flote; lo peor de todo es que hemos encontrado la manera de convertirnos en criaturas anormales capaces de sobrevivir sin oxígeno.
Guatemala es un país mundialmente conocido por sus altos y hasta ridículos índices de violencia. Dentro de nuestra historia, dentro de nuestra actualidad, dentro de nuestra vida diaria, se pueden encontrar ejemplos claros de cada una de las numerosas formas que toma la violencia. Violencia delincuencial, violencia represiva, violencia militar, violencia bélica, violencia política, estructural o institucional, etc. Lo tenemos todo. Finalmente nos encontramos en los primeros puestos de algo, pero en este caso, no se trata de algo bueno o digno de orgullo. Al contrario, es motivo de frustración, desesperación, desilusión, tristeza…entre muchas otras emociones, sentimientos y estados anímicos del ser humano…todos de carácter negativo.
A muchas personas esto no les molesta (pertenecer a un país reconocido por sus altos niveles de violencia). Gracias a Dios, desde hace mucho tiempo dejé de formar parte de ese grupo de guatemaltecos y guatemaltecas (en realidad, ni siquiera sé si alguna vez fui parte de él), y me molesta profundamente la situación de mi país. No es sólo que el resto del mundo y nosotros mismos tengamos una percepción tan mala de Guatemala, de hecho dentro de todo, eso es lo de menos. Lo que realmente es inaceptable es la situación en sí. Esta situación de inseguridad y violencia que impera desde hace tanto tiempo aquí y que no da señales de disminuir o desaparecer, sino que al contrario, se fortalece y ya se encuentra hasta institucionalizada.
Cuando leo las noticias o las escucho en la radio o la televisión, siento que me encuentro parada exactamente en el límite de una total pérdida de esperanza en el sistema, y en el ser humano en general. Me pregunto cómo es posible que personas como yo y usted, sean capaces de cometer actos tan crueles e injustificables como los que suceden a diario en Guatemala, y lamentablemente, en el mundo entero. Pero allí precisamente está mi error: en considerar que estas personas responsables de actos violentos y agresiones, son iguales a mí o usted. Y es que no lo somos. Cada persona es un universo totalmente distinto a los demás, y al mismo tiempo, su identidad está estrechamente relacionado a los demás. Sí, es complicado.
Como humanos, somos imperfectos. Reconociendo nuestra naturaleza desde la perspectiva científica o la de la fe, la persona humana conforma un ser sumamente complejo. Cada persona es única en todo sentido. A eso, hay que sumar que desde hace miles de años (incluso me atrevería a decir que desde siempre) existen y se dan grandes injusticias generadas por la inequidad en las sociedades de todo el planeta. Esta situación lleva a que las diferencias entre los “universos” de cada persona sean aún mayores: sus concepciones de la vida, maneras de comportarse y actuar, actitudes, aspiraciones, deseos, necesidades, etc. O sea, no solamente somos diferentes porque cada quien es un ser único e irrepetible, sino que también porque pertenecemos a “mundos” distintos unos de otros. Vivimos en contextos inimaginablemente diferentes e incomparables, incluso siendo todos guatemaltecos y guatemaltecas. Es ridículo pretender que una persona profesional que vive en un vecindario seguro, tiene opciones de trabajo y conduce un carro propio tenga la misma percepción de la vida que una persona analfabeta que no tiene vivienda, que trabaja vendiendo chicles en los semáforos desde su niñez, que es víctima de la violencia en la calle diariamente y que no tiene ni siquiera suficiente para comer a diario.
No es ni siquiera necesario mencionar que la división se profundiza aún más cuando entra en práctica el término “poder”. Es necesario que intervenga este vital concepto en la discusión acerca de la violencia. Y es que el poder está presente en todas las relaciones sociales, reconocido o no, allí está, siempre presente. Todo gira alrededor del poder, ya que es algo que todo ser humano busca y desea. ¿Qué será lo que incita a todo ser humano a buscar obtener o mantener el poder? Es como si fuera una necesidad vital para todos dominar, tener aunque sea una pequeña porción de lo que el poder representa.
Max Weber es uno de los sociólogos que más ha sobresalido por su definición del poder. “El poder consiste en la PROBABILIDAD de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aún contra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad”. Esta definición del poder es bastante general, pero lo que la hace tan valiosa es que en ella se manifiesta el carácter social del poder, que en mi opinión es fundamental. También es importante redundar en lo que Weber quiso expresar al hablar de una “probabilidad”: no hay certezas; no todas las personas cuentan con la capacidad de ejercer el poder, o más bien, cuentan con esta capacidad solamente en determinadas situaciones y contextos.
Para comprender porqué introduje el término “poder” a esta reflexión, es importante que mencione que para analizar el fenómeno de la violencia existen varios enfoques. Principalmente, se habla de tres: el enfoque instintivo (que de manera general considera la violencia y la agresión como instintos naturales del ser humano, no diferenciándolo de los animales), el enfoque ambientalista (que redunda en el papel protagónico que juega el contexto de cada caso violento) y el enfoque histórico (sumamente importante y necesario para encontrar el sentido psico-social de las diversas formas de violencia). Quiero aclarar que ninguno de estos enfoques proporciona un análisis completo de la violencia, sino que es a través de la combinación de los tres que es posible acercase más a la realidad. Sin embargo, yo me identifico más con los últimos dos y primordialmente con el tercero. Dentro del mismo, se habla de 5 pasos de la violencia: a) la apertura humana a la violencia y a la agresión (determinismos circunstanciales, no un “instinto natural”); b) el contexto social (la lucha de clases, la lucha por el poder); c) la elaboración social de la violencia (el sistema establecido tiende a transmitir y reforzar patrones de violencia, y genera el resentimiento que termina por destruirlo); d) las causas inmediatas de la violencia (la posibilidad de realizar actos violentos, la presión grupal); e) la institucionalización de la violencia (“la violencia abierta como una posibilidad al ser humano, asumida y desarrollada a través de los procesos de socialización, encuentra su formalización última en su justificación”). Así, quiero fundamentar la razón por la que considero que el fin último de la violencia es principalmente conservar u obtener EL PODER.
Voy a aprovechar este espacio para mencionar algunas características y principios básicos de la violencia que muchas veces son ignorados, fundamentándome principalmente en la creencia de que la violencia es un mal que la humanidad debe combatir y reconociendo que para lograr vencerlo, debemos de poder identificarlo y conocerlo a profundidad.
La violencia se puede entender como (desde diferentes perspectivas):
“Forma de relación estrictamente humana que consiste en la imposición de la voluntad de una persona o grupo sobre la voluntad de otra persona o grupos con fines de dominación”.
“…uso o amenaza de la fuerza física o psicológica, con intención de hacer daño de manera recurrente y como forma de resolver conflictos…la violencia tiene relación con la agresividad pero no equivale sólo a una agresión puesto que debe de ser parte de un proceso”
“Actividad humana que supone el uso de la fuerza, y en particular la fuerza armada”
“Uso de una fuerza, abierta u oculta, con el fin de obtener de un individuo o de un grupo, algo que no quiere consentir libremente”
“La violencia no es sólo el hecho violento inmediatamente observable y generalmente trágico. La violencia es todo el conjunto de condiciones que lo hacen posible, de formas de manifestarse, de hechos en los cuales se concretiza, de consecuencias directas e indirectas y que implican tanto a los agentes como a las víctimas. Es decir, la violencia es un proceso y no un hecho aislado, existiendo, en consecuencia, diversos tipos, momentos, formas e intensidades de violencia”
De la misma manera existen muchas más maneras de definir la violencia; sin embargo, detecto dentro de estas definiciones una ausencia de diferenciación entre los términos “violencia” y “agresión”. Es importante que la distinción sea clara, pues muy comúnmente se da una confusión conceptual de estos dos términos a pesar de que se trata de dos acciones distintas. Mediante la etimología resulta muy simple identificar la diferencia: la violencia es un concepto más amplio y se refiere básicamente a aquellos fenómenos o actos en los que se aplica un exceso en la fuerza, mientras que la agresión constituye un hecho mucho más limitado, siendo aquellos actos violentos a través de los cuales se busca intencionalmente causar daño a otro. O sea, la agresión siempre es violencia, mientras que la violencia no siempre es agresión.
Otros aspectos importantes acerca de la violencia son el reconocimiento de su complejidad y las múltiples formas que toma (ya anteriormente mencionadas). Hay que reconocer que cada forma de violencia tiene diversos niveles de significación y por ende, distintos resultados y consecuencias históricas. No se puede comparar la violencia que proviene desde un señor feudal al explotar a sus siervos como la violencia generada por los segundos al querer exigir un mínimo nivel de respeto a sus derechos como seres humanos, por ejemplo; así como no es lo mismo la violencia proveniente del amo dirigida al esclavo como al revés (con el fin de liberarse). No son ni representan lo mismo, y deben de analizarse individualmente cada uno dentro de su contexto. A través de estos ejemplos es posible comprobar que de hecho sí, la violencia es promovida por los intereses sociales dominantes en la mayoría de los casos, casos en los que ésta es aceptada socialmente debido a lo mismo, pero que toma un sentido totalmente distinto cuando proviene de los sectores carentes de poder social. En estos casos es totalmente incorrecta, “inmoral”, inaceptable, y debe de ser castigada sin duda alguna.
Volvemos a comprobar así la presencia del poder dentro del tema de la violencia, pues la violencia siempre cuenta con una intencionalidad, o sea, una significación y por ende, una justificación social, ya sea la violencia un fin en sí o un instrumento para llegar a un objetivo determinado.
Acerca del origen de la violencia existen varias teorías. Algunos consideran que su origen principal es la pobreza, otros que es la explotación, otros que la escasez…yo considero que la causa principal de la pobreza es la inequidad, cuando ésta llega a crear brechas definidas excluyentes que generan pobreza, injusticia, opresión, abusos, discriminación, exclusión, etc. Y esta inequidad proviene de…la lucha por el poder. En cuanto un grupo cuenta con él, hace todo a su alcance para mantenerse allí a costa de todos los demás. Y por supuesto que siendo el poder fuente de fortaleza, siempre son los más débiles los víctimizados (por lo general los pobres, las mujeres y los niños) y los fuertes los beneficiados.
Para mí, la violencia justificable nace de los excesos de riqueza de unos a costa de la hambruna y explotación de otros; nace de los abusos de poder y de los incumplimientos; nace de la ambición, el egoísmo y la avaricia humana; nace de situaciones y elementos que nosotros mismos (los seres humanos) creamos. Entonces… ¡es totalmente corregible y evitable!
Por supuesto que nunca va a existir una igualdad total y general, eso es imposible e incluso indeseable. No se trata de quitarle a los que tienen para dárselo a los que les falta, sino de hacer cumplir las leyes que existen precisamente con el objetivo de posibilitar acortar y minorizar la brecha que nos separa. El Estado fue creado con la finalidad de que funcionara como un ente regulador que permitiera una convivencia pacífica y que proporcionara oportunidades de desarrollo para todos y todas. Si no sirve para esto, es una figura obsoleta.
Es por esto que a quien yo señalo como principal (aunque no único) responsable de los altos índices de violencia es al Estado (claro que no me refiero a todos los casos de violencia, ya que muchas veces la violencia es de carácter pasional y no se relaciona en manera alguna a las situaciones de inequidad social sino más bien a aspectos de carácter íntimo y personal de los hechores). Cuando digo “Estado” me refiero al gobierno, más específicamente a aquellas personas que al llegar a obtener el poder político lo han utilizado para lograr fines personales e individualistas, recurriendo a la corrupción, el nepotismo, la opresión, la tiranía, la propia violencia, el engaño, el robo, entre muchas otras intransparencias administrativas, defraudando a todas aquellas personas que depositamos fe y confianza en su capacidad, ya que muchas veces no contamos con las mismas oportunidades y posiciones que nos permitan acceder a puestos que nos permitan hacer los cambios y las acciones necesarias para satisfacer nuestras necesidades básicas nosotros mismos.
Creo firmemente en que una administración del poder transparente es la solución a los problemas fundamentales de mi país. Lo que necesitamos es un Estado fuerte. ¿Por qué no lo dudo? Bueno, pues porque existen pruebas actuales de que así es. Por supuesto que no existen sociedades perfectas (pues no existen personas perfectas) ni nunca van a existir, pero sí existen sociedades que viven en armonía y en condiciones justas de vida social (que no necesariamente implica la inexistencia de clases sociales, sino que simplemente significa que aquellas clases menos privilegiadas aún alcanzan a vivir en condiciones dignas de vida).
Si el supuesto plan de la República Democrática de Guatemala se viviera en la praxis, el gobierno haría un uso correcto de las contribuciones de todos los guatemaltecos y guatemaltecas y podría cumplir de una manera más eficiente con su función de redistribución del capital, permitiendo que los sectores menos favorecidos de la sociedad pudieran acceder siquiera a la posibilidad de crecer y desarrollarse…si tan sólo tuvieran las oportunidades que les dieran por lo menos la opción de hacerlo a través de su propio esfuerzo. Pero la realidad de las personas sumidas en la pobreza y pobreza extrema en nuestro país es otra totalmente; millones de guatemaltecos y guatemaltecas viven privadas de la libertad que el capitalismo ofrece, en teoría. Son esclavos de la ignorancia, de la pobreza, del poder de una minoría ridículamente rica, que abusa de ellos descaradamente, comprobándose aquí una de las causas inmediatas de la violencia: la posibilidad de realizarla en un “entorno facilitador” en donde se da la institucionalización de la propia violencia, en un país imperado por la violencia estructural desde tiempos anteriores a la independencia.
Como conclusión, quiero comentar que en hace poco tiempo completé una encuesta en la cual debía responder si consideraba que la violencia era necesaria o no. Yo contesté en ese momento que en algunos casos era necesaria, ya que aunque utópicamente no fuera así, en la realidad se convertía muchas veces en un instrumento necesario para establecer el orden. Mencioné sin embargo, que era importante que la violencia se aplicara con el fin último de obtener mejorías para la mayoría y fuera utilizada como último recurso (luego de haber intentado el diálogo y la resolución pacífica del conflicto), de manera proporcional y lo menos posible. Después de mucha lectura y reflexión, estuve a punto de cambiar de opinión. Llegué por un momento a considerar injustificable a la violencia, totalmente incorrecta. Pero aunque me gusta pensar que es posible vivir en paz y armonía, dirigiendo nuestros “instintos agresivos” hacia algo constructivo como lo propone el enfoque instintivo de la etología, la realidad es mucho más compleja, y esto no es posible. Y es mucho más fácil pensar que la violencia es algo natural dentro del ser humano para no tener que enfrentar el problema tan complejo que representa. El ser humano se encuentra en una constante búsqueda de poder, lo cual hace que esté en constante lucha y conflicto. Está en su naturaleza ser sediento de poder, llegar a límites inimaginables por con tal de obtenerlo o mantenerlo. Es horrible. Y sí, es verdad que sin duda alguna la violencia es aborrecible, pero hay que reconocer que a veces, cuenta con una justificación válida. Cuando esta justificación responde solamente a puros intereses individualistas del sector dominante, la violencia resulta irrefutablemente inaceptable, incomprensible e injusta; pero otras veces, la violencia es el resultado de situaciones adversas principalmente de deterioro económico que la estimulan. El desempleo, el subempleo, el hambre, la desesperación, la pobreza, la discriminación, la represión, la exclusión, la EXPLOTACIÓN, el abuso…todas estas situaciones llevan a las personas a recurrir a las expresiones más obvias de violencia delincuencial principalmente: el robo, la prostitución sexual, etc., con el fin de satisfacer sus necesidades más básicas. Es así que concluyo con el reconocimiento de que en este mundo no hay blancos ni negros, sino que una gama infinita de grises. Cada caso debe ser considerado individualmente dentro de su contexto, pero una regla que no varía es que la violencia debe de tratar de evitarse siempre, incluso en las ocasiones en las que lo que se busca es la justicia y el ejercicio de nuestros derechos innatos como seres humanos, hijos e hijas de Dios. Existen otras alternativas mucho mejores para la resolución de los conflictos, como el diálogo. No se trata de algo ideal si poco a poco vamos acostumbrándonos a utilizarlo como vía de solución. La violencia siempre tiene un carácter negativo, principalmente porque sus actos socialmente tienen un peso autónomo que los dinamiza y los multiplica, fenómeno conocido como “espiral de violencia”; la agresión desencadena un proceso que una vez puesto en marcha, tiende a incrementarse sin que para detenerlo baste conocer su origen. Es totalmente verdad que la violencia genera violencia…pues recordemos: se cosecha lo que se siembra.
Reflexiones importantes:
Ojo por ojo dejará ciego al mundo entero.
Lo que se obtiene con violencia, solamente se puede mantener con violencia.
La humanidad no puede liberarse de la violencia más que por medio de la no violencia.
No hay camino para la paz, la paz es el camino. - M. Gandhi
La violencia es el último recurso del incompetente. - Isaac Asimov
La violencia crea más problemas sociales que los que resuelve. - Martin Luther King
Toda reforma impuesta por la violencia no corregirá nada el mal: el buen juicio no necesita de la violencia. - Leon Tolstoi
La paciencia y el tiempo hacen más que la fuerza y la violencia. - Jean de la Fontaine
La espiral de la violencia sólo la frena el milagro del perdón. - Juan Pablo II
Sólo la violencia ayuda donde la violencia impera. - Bertolt Brecha
El respeto al derecho ajeno es la paz. - Benito Juárez
Si quieres hacer la paz, no hables con tus amigos; habla con tus enemigos. - Moshé Dayán
El mantenimiento de la paz comienza con la autosatisfacción de cada individuo. - Dalai Lama
La palabra “violencia” es utilizada con mucha frecuencia por los miembros de la sociedad guatemalteca, demasiado incluso. Pertenece al vocabulario cotidiano de todos y todas nosotras y así, la utilizo yo misma periódicamente, sin detenerme por un momento siquiera para reflexionar acerca de su significado y su complejidad. Por lo menos así era hasta ahora.
Aclaro que no estoy juzgando a las personas que cometen el mismo error, incluso considero que es totalmente comprensible: vivimos en un país sumergido profundamente en las aguas negras de una cultura de violencia, estamos a punto de ahogarnos y no hayamos la manera de salir a flote; lo peor de todo es que hemos encontrado la manera de convertirnos en criaturas anormales capaces de sobrevivir sin oxígeno.
Guatemala es un país mundialmente conocido por sus altos y hasta ridículos índices de violencia. Dentro de nuestra historia, dentro de nuestra actualidad, dentro de nuestra vida diaria, se pueden encontrar ejemplos claros de cada una de las numerosas formas que toma la violencia. Violencia delincuencial, violencia represiva, violencia militar, violencia bélica, violencia política, estructural o institucional, etc. Lo tenemos todo. Finalmente nos encontramos en los primeros puestos de algo, pero en este caso, no se trata de algo bueno o digno de orgullo. Al contrario, es motivo de frustración, desesperación, desilusión, tristeza…entre muchas otras emociones, sentimientos y estados anímicos del ser humano…todos de carácter negativo.
A muchas personas esto no les molesta (pertenecer a un país reconocido por sus altos niveles de violencia). Gracias a Dios, desde hace mucho tiempo dejé de formar parte de ese grupo de guatemaltecos y guatemaltecas (en realidad, ni siquiera sé si alguna vez fui parte de él), y me molesta profundamente la situación de mi país. No es sólo que el resto del mundo y nosotros mismos tengamos una percepción tan mala de Guatemala, de hecho dentro de todo, eso es lo de menos. Lo que realmente es inaceptable es la situación en sí. Esta situación de inseguridad y violencia que impera desde hace tanto tiempo aquí y que no da señales de disminuir o desaparecer, sino que al contrario, se fortalece y ya se encuentra hasta institucionalizada.
Cuando leo las noticias o las escucho en la radio o la televisión, siento que me encuentro parada exactamente en el límite de una total pérdida de esperanza en el sistema, y en el ser humano en general. Me pregunto cómo es posible que personas como yo y usted, sean capaces de cometer actos tan crueles e injustificables como los que suceden a diario en Guatemala, y lamentablemente, en el mundo entero. Pero allí precisamente está mi error: en considerar que estas personas responsables de actos violentos y agresiones, son iguales a mí o usted. Y es que no lo somos. Cada persona es un universo totalmente distinto a los demás, y al mismo tiempo, su identidad está estrechamente relacionado a los demás. Sí, es complicado.
Como humanos, somos imperfectos. Reconociendo nuestra naturaleza desde la perspectiva científica o la de la fe, la persona humana conforma un ser sumamente complejo. Cada persona es única en todo sentido. A eso, hay que sumar que desde hace miles de años (incluso me atrevería a decir que desde siempre) existen y se dan grandes injusticias generadas por la inequidad en las sociedades de todo el planeta. Esta situación lleva a que las diferencias entre los “universos” de cada persona sean aún mayores: sus concepciones de la vida, maneras de comportarse y actuar, actitudes, aspiraciones, deseos, necesidades, etc. O sea, no solamente somos diferentes porque cada quien es un ser único e irrepetible, sino que también porque pertenecemos a “mundos” distintos unos de otros. Vivimos en contextos inimaginablemente diferentes e incomparables, incluso siendo todos guatemaltecos y guatemaltecas. Es ridículo pretender que una persona profesional que vive en un vecindario seguro, tiene opciones de trabajo y conduce un carro propio tenga la misma percepción de la vida que una persona analfabeta que no tiene vivienda, que trabaja vendiendo chicles en los semáforos desde su niñez, que es víctima de la violencia en la calle diariamente y que no tiene ni siquiera suficiente para comer a diario.
No es ni siquiera necesario mencionar que la división se profundiza aún más cuando entra en práctica el término “poder”. Es necesario que intervenga este vital concepto en la discusión acerca de la violencia. Y es que el poder está presente en todas las relaciones sociales, reconocido o no, allí está, siempre presente. Todo gira alrededor del poder, ya que es algo que todo ser humano busca y desea. ¿Qué será lo que incita a todo ser humano a buscar obtener o mantener el poder? Es como si fuera una necesidad vital para todos dominar, tener aunque sea una pequeña porción de lo que el poder representa.
Max Weber es uno de los sociólogos que más ha sobresalido por su definición del poder. “El poder consiste en la PROBABILIDAD de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aún contra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad”. Esta definición del poder es bastante general, pero lo que la hace tan valiosa es que en ella se manifiesta el carácter social del poder, que en mi opinión es fundamental. También es importante redundar en lo que Weber quiso expresar al hablar de una “probabilidad”: no hay certezas; no todas las personas cuentan con la capacidad de ejercer el poder, o más bien, cuentan con esta capacidad solamente en determinadas situaciones y contextos.
Para comprender porqué introduje el término “poder” a esta reflexión, es importante que mencione que para analizar el fenómeno de la violencia existen varios enfoques. Principalmente, se habla de tres: el enfoque instintivo (que de manera general considera la violencia y la agresión como instintos naturales del ser humano, no diferenciándolo de los animales), el enfoque ambientalista (que redunda en el papel protagónico que juega el contexto de cada caso violento) y el enfoque histórico (sumamente importante y necesario para encontrar el sentido psico-social de las diversas formas de violencia). Quiero aclarar que ninguno de estos enfoques proporciona un análisis completo de la violencia, sino que es a través de la combinación de los tres que es posible acercase más a la realidad. Sin embargo, yo me identifico más con los últimos dos y primordialmente con el tercero. Dentro del mismo, se habla de 5 pasos de la violencia: a) la apertura humana a la violencia y a la agresión (determinismos circunstanciales, no un “instinto natural”); b) el contexto social (la lucha de clases, la lucha por el poder); c) la elaboración social de la violencia (el sistema establecido tiende a transmitir y reforzar patrones de violencia, y genera el resentimiento que termina por destruirlo); d) las causas inmediatas de la violencia (la posibilidad de realizar actos violentos, la presión grupal); e) la institucionalización de la violencia (“la violencia abierta como una posibilidad al ser humano, asumida y desarrollada a través de los procesos de socialización, encuentra su formalización última en su justificación”). Así, quiero fundamentar la razón por la que considero que el fin último de la violencia es principalmente conservar u obtener EL PODER.
Voy a aprovechar este espacio para mencionar algunas características y principios básicos de la violencia que muchas veces son ignorados, fundamentándome principalmente en la creencia de que la violencia es un mal que la humanidad debe combatir y reconociendo que para lograr vencerlo, debemos de poder identificarlo y conocerlo a profundidad.
La violencia se puede entender como (desde diferentes perspectivas):
“Forma de relación estrictamente humana que consiste en la imposición de la voluntad de una persona o grupo sobre la voluntad de otra persona o grupos con fines de dominación”.
“…uso o amenaza de la fuerza física o psicológica, con intención de hacer daño de manera recurrente y como forma de resolver conflictos…la violencia tiene relación con la agresividad pero no equivale sólo a una agresión puesto que debe de ser parte de un proceso”
“Actividad humana que supone el uso de la fuerza, y en particular la fuerza armada”
“Uso de una fuerza, abierta u oculta, con el fin de obtener de un individuo o de un grupo, algo que no quiere consentir libremente”
“La violencia no es sólo el hecho violento inmediatamente observable y generalmente trágico. La violencia es todo el conjunto de condiciones que lo hacen posible, de formas de manifestarse, de hechos en los cuales se concretiza, de consecuencias directas e indirectas y que implican tanto a los agentes como a las víctimas. Es decir, la violencia es un proceso y no un hecho aislado, existiendo, en consecuencia, diversos tipos, momentos, formas e intensidades de violencia”
De la misma manera existen muchas más maneras de definir la violencia; sin embargo, detecto dentro de estas definiciones una ausencia de diferenciación entre los términos “violencia” y “agresión”. Es importante que la distinción sea clara, pues muy comúnmente se da una confusión conceptual de estos dos términos a pesar de que se trata de dos acciones distintas. Mediante la etimología resulta muy simple identificar la diferencia: la violencia es un concepto más amplio y se refiere básicamente a aquellos fenómenos o actos en los que se aplica un exceso en la fuerza, mientras que la agresión constituye un hecho mucho más limitado, siendo aquellos actos violentos a través de los cuales se busca intencionalmente causar daño a otro. O sea, la agresión siempre es violencia, mientras que la violencia no siempre es agresión.
Otros aspectos importantes acerca de la violencia son el reconocimiento de su complejidad y las múltiples formas que toma (ya anteriormente mencionadas). Hay que reconocer que cada forma de violencia tiene diversos niveles de significación y por ende, distintos resultados y consecuencias históricas. No se puede comparar la violencia que proviene desde un señor feudal al explotar a sus siervos como la violencia generada por los segundos al querer exigir un mínimo nivel de respeto a sus derechos como seres humanos, por ejemplo; así como no es lo mismo la violencia proveniente del amo dirigida al esclavo como al revés (con el fin de liberarse). No son ni representan lo mismo, y deben de analizarse individualmente cada uno dentro de su contexto. A través de estos ejemplos es posible comprobar que de hecho sí, la violencia es promovida por los intereses sociales dominantes en la mayoría de los casos, casos en los que ésta es aceptada socialmente debido a lo mismo, pero que toma un sentido totalmente distinto cuando proviene de los sectores carentes de poder social. En estos casos es totalmente incorrecta, “inmoral”, inaceptable, y debe de ser castigada sin duda alguna.
Volvemos a comprobar así la presencia del poder dentro del tema de la violencia, pues la violencia siempre cuenta con una intencionalidad, o sea, una significación y por ende, una justificación social, ya sea la violencia un fin en sí o un instrumento para llegar a un objetivo determinado.
Acerca del origen de la violencia existen varias teorías. Algunos consideran que su origen principal es la pobreza, otros que es la explotación, otros que la escasez…yo considero que la causa principal de la pobreza es la inequidad, cuando ésta llega a crear brechas definidas excluyentes que generan pobreza, injusticia, opresión, abusos, discriminación, exclusión, etc. Y esta inequidad proviene de…la lucha por el poder. En cuanto un grupo cuenta con él, hace todo a su alcance para mantenerse allí a costa de todos los demás. Y por supuesto que siendo el poder fuente de fortaleza, siempre son los más débiles los víctimizados (por lo general los pobres, las mujeres y los niños) y los fuertes los beneficiados.
Para mí, la violencia justificable nace de los excesos de riqueza de unos a costa de la hambruna y explotación de otros; nace de los abusos de poder y de los incumplimientos; nace de la ambición, el egoísmo y la avaricia humana; nace de situaciones y elementos que nosotros mismos (los seres humanos) creamos. Entonces… ¡es totalmente corregible y evitable!
Por supuesto que nunca va a existir una igualdad total y general, eso es imposible e incluso indeseable. No se trata de quitarle a los que tienen para dárselo a los que les falta, sino de hacer cumplir las leyes que existen precisamente con el objetivo de posibilitar acortar y minorizar la brecha que nos separa. El Estado fue creado con la finalidad de que funcionara como un ente regulador que permitiera una convivencia pacífica y que proporcionara oportunidades de desarrollo para todos y todas. Si no sirve para esto, es una figura obsoleta.
Es por esto que a quien yo señalo como principal (aunque no único) responsable de los altos índices de violencia es al Estado (claro que no me refiero a todos los casos de violencia, ya que muchas veces la violencia es de carácter pasional y no se relaciona en manera alguna a las situaciones de inequidad social sino más bien a aspectos de carácter íntimo y personal de los hechores). Cuando digo “Estado” me refiero al gobierno, más específicamente a aquellas personas que al llegar a obtener el poder político lo han utilizado para lograr fines personales e individualistas, recurriendo a la corrupción, el nepotismo, la opresión, la tiranía, la propia violencia, el engaño, el robo, entre muchas otras intransparencias administrativas, defraudando a todas aquellas personas que depositamos fe y confianza en su capacidad, ya que muchas veces no contamos con las mismas oportunidades y posiciones que nos permitan acceder a puestos que nos permitan hacer los cambios y las acciones necesarias para satisfacer nuestras necesidades básicas nosotros mismos.
Creo firmemente en que una administración del poder transparente es la solución a los problemas fundamentales de mi país. Lo que necesitamos es un Estado fuerte. ¿Por qué no lo dudo? Bueno, pues porque existen pruebas actuales de que así es. Por supuesto que no existen sociedades perfectas (pues no existen personas perfectas) ni nunca van a existir, pero sí existen sociedades que viven en armonía y en condiciones justas de vida social (que no necesariamente implica la inexistencia de clases sociales, sino que simplemente significa que aquellas clases menos privilegiadas aún alcanzan a vivir en condiciones dignas de vida).
Si el supuesto plan de la República Democrática de Guatemala se viviera en la praxis, el gobierno haría un uso correcto de las contribuciones de todos los guatemaltecos y guatemaltecas y podría cumplir de una manera más eficiente con su función de redistribución del capital, permitiendo que los sectores menos favorecidos de la sociedad pudieran acceder siquiera a la posibilidad de crecer y desarrollarse…si tan sólo tuvieran las oportunidades que les dieran por lo menos la opción de hacerlo a través de su propio esfuerzo. Pero la realidad de las personas sumidas en la pobreza y pobreza extrema en nuestro país es otra totalmente; millones de guatemaltecos y guatemaltecas viven privadas de la libertad que el capitalismo ofrece, en teoría. Son esclavos de la ignorancia, de la pobreza, del poder de una minoría ridículamente rica, que abusa de ellos descaradamente, comprobándose aquí una de las causas inmediatas de la violencia: la posibilidad de realizarla en un “entorno facilitador” en donde se da la institucionalización de la propia violencia, en un país imperado por la violencia estructural desde tiempos anteriores a la independencia.
Como conclusión, quiero comentar que en hace poco tiempo completé una encuesta en la cual debía responder si consideraba que la violencia era necesaria o no. Yo contesté en ese momento que en algunos casos era necesaria, ya que aunque utópicamente no fuera así, en la realidad se convertía muchas veces en un instrumento necesario para establecer el orden. Mencioné sin embargo, que era importante que la violencia se aplicara con el fin último de obtener mejorías para la mayoría y fuera utilizada como último recurso (luego de haber intentado el diálogo y la resolución pacífica del conflicto), de manera proporcional y lo menos posible. Después de mucha lectura y reflexión, estuve a punto de cambiar de opinión. Llegué por un momento a considerar injustificable a la violencia, totalmente incorrecta. Pero aunque me gusta pensar que es posible vivir en paz y armonía, dirigiendo nuestros “instintos agresivos” hacia algo constructivo como lo propone el enfoque instintivo de la etología, la realidad es mucho más compleja, y esto no es posible. Y es mucho más fácil pensar que la violencia es algo natural dentro del ser humano para no tener que enfrentar el problema tan complejo que representa. El ser humano se encuentra en una constante búsqueda de poder, lo cual hace que esté en constante lucha y conflicto. Está en su naturaleza ser sediento de poder, llegar a límites inimaginables por con tal de obtenerlo o mantenerlo. Es horrible. Y sí, es verdad que sin duda alguna la violencia es aborrecible, pero hay que reconocer que a veces, cuenta con una justificación válida. Cuando esta justificación responde solamente a puros intereses individualistas del sector dominante, la violencia resulta irrefutablemente inaceptable, incomprensible e injusta; pero otras veces, la violencia es el resultado de situaciones adversas principalmente de deterioro económico que la estimulan. El desempleo, el subempleo, el hambre, la desesperación, la pobreza, la discriminación, la represión, la exclusión, la EXPLOTACIÓN, el abuso…todas estas situaciones llevan a las personas a recurrir a las expresiones más obvias de violencia delincuencial principalmente: el robo, la prostitución sexual, etc., con el fin de satisfacer sus necesidades más básicas. Es así que concluyo con el reconocimiento de que en este mundo no hay blancos ni negros, sino que una gama infinita de grises. Cada caso debe ser considerado individualmente dentro de su contexto, pero una regla que no varía es que la violencia debe de tratar de evitarse siempre, incluso en las ocasiones en las que lo que se busca es la justicia y el ejercicio de nuestros derechos innatos como seres humanos, hijos e hijas de Dios. Existen otras alternativas mucho mejores para la resolución de los conflictos, como el diálogo. No se trata de algo ideal si poco a poco vamos acostumbrándonos a utilizarlo como vía de solución. La violencia siempre tiene un carácter negativo, principalmente porque sus actos socialmente tienen un peso autónomo que los dinamiza y los multiplica, fenómeno conocido como “espiral de violencia”; la agresión desencadena un proceso que una vez puesto en marcha, tiende a incrementarse sin que para detenerlo baste conocer su origen. Es totalmente verdad que la violencia genera violencia…pues recordemos: se cosecha lo que se siembra.
Reflexiones importantes:
Ojo por ojo dejará ciego al mundo entero.
Lo que se obtiene con violencia, solamente se puede mantener con violencia.
La humanidad no puede liberarse de la violencia más que por medio de la no violencia.
No hay camino para la paz, la paz es el camino. - M. Gandhi
La violencia es el último recurso del incompetente. - Isaac Asimov
La violencia crea más problemas sociales que los que resuelve. - Martin Luther King
Toda reforma impuesta por la violencia no corregirá nada el mal: el buen juicio no necesita de la violencia. - Leon Tolstoi
La paciencia y el tiempo hacen más que la fuerza y la violencia. - Jean de la Fontaine
La espiral de la violencia sólo la frena el milagro del perdón. - Juan Pablo II
Sólo la violencia ayuda donde la violencia impera. - Bertolt Brecha
El respeto al derecho ajeno es la paz. - Benito Juárez
Si quieres hacer la paz, no hables con tus amigos; habla con tus enemigos. - Moshé Dayán
El mantenimiento de la paz comienza con la autosatisfacción de cada individuo. - Dalai Lama
rocio - 11. May, 15:36
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